El río Mosela nace en el macizo de los Vosgos, en Francia, pasa por Luxemburgo desembocando en el río Rin, en la ciudad Alemana de Coblenza. Tiene aproximadamente unos 550 km de longitud, pero quizás la zona con más encanto sea el trayecto que discurre desde Trier (Tréveris), hasta Coblenza, en Alemania. La distancia aproximada en línea recta entre estas dos ciudades es de unos 120 km aproximadamente, pero si lo que quieres es descubrir esta romántica región del río Mosela, la mejor manera de hacerlo es en bicicleta, donde aumentarás la distancia entre estás ciudades en unos 80 km más. Ello es debido a que el carril bici, a orillas del río, discurre a través de un sinuoso valle fluvial, lleno de espectaculares meandros alargando el placer de disfrutar de esta ruta. Este viaje en bicicleta te dará la posibilidad de empaparte de su cultura vinícola, donde destaca la uva tipo Riesling.
Esta zona destaca por ser una región viticultura de ladera, algunas de ellas con grandes pendientes, que no te dejaran de sorprender. A lo largo de la ruta no es difícil encontrar fiestas, festivales y una forma de vida donde el vino es su denominador común.
Es una ruta muy fácil, acompañada de un paisaje único donde destacan castillos y palacios y donde las reminiscencias romanas están presentes a lo largo de la ruta. Pueblos con encanto, excursiones interesantes, la gastronomía y sus caldos harán las delicias de todos. Se puede hacer con niños y mayores, el tren siempre podrá acortar distancias en caso necesario, como siempre os aconsejamos tener en cuenta las paradas a lo largo de la ruta para llevar una buena planificación.
Hicimos el itinerario básico de la ruta en bicicleta por el río Mosela, pero ampliamos algunos días, quedando como sigue:
Día 1: Ruta en bicicleta del río Mosela. Trier
Día 2: Etapa en bicicleta: Trier-Trittenheim
Día 3: Etapa en bicicleta: Trittenheim-Zeltinger
Día 4: Etapa en bicicleta: Zeltinger-Zell ad Mosel
Día 5: Etapa en bicicleta: Zell ad Mosel
Día 6: Etapa en bicicleta: Zell ad Mosel-Treis Karden
Día 7: Etapa en bicicleta: Treis Karden-Coblenza
Días 8 y 9: Días extras en Coblenza y alrededores. (Ruta en bici por el Rin: Coblenza-St Goar- Coblenza)
Días 10, 11 y 12: Días extra en Frankfurt.
Después de desayunar en la estación central cogimos un tren con destino a Trier (Tréveris). Hay que hacer trasbordo en Coblenza. Salimos a las 10,00 de la mañana y tarda una dos horas hasta Coblenza, enlazamos 15 minutos después con otro tren hasta Trier que dura una hora y media más. Hay que comprobar siempre los mejores precios, ya que dependiendo del tipo de tren el precio puede variar bastante. Nosotros al final pagamos 42€, los menores de 5 años no pagan, pero había tarifas de hasta 130 €
Al llegar a la estación de Trier cogimos un taxi y fuimos al hotel que estaba en pleno centro, justo enfrente teníamos una calle peatonal (Neustrasse) que te llevaba directamente al casco antiguo. Al ser domingo todo estaba cerrado y no había mucho ambiente. Además hacía muchísimo calor. Buscamos un sitio fresco para comer y lo encontramos. Una de las cosas que siempre nos han agradado a la hora de viajar por centroeuropa, sobretodo desde que viajamos con la peque de la casa, es que en cuanto ven que vas con niños, siempre te sacan algo. En este caso le sacaron un cubilete lleno de lápices de colores y un menú infantil, para colorear, así que tras elegir podía dejar volar su imaginación. A Yaiza le encanta!!!.
Tras reponer fuerzas, decidimos conocer esta ciudad fantasma, que al parecer iba despertando de la “siesta”, las calles se empiezan a llenarse de gente y el calor ya no aprieta tanto. Esta ciudad merece una visita, no le defraudará en absoluto.
La ciudad de Trier (Alemania), se encuentra a unos diez kilómetros de Luxemburgo, a 35 km de Francia y 50 km de Bélgica. Tréveris como se conoce en castellano es la más antigua de Alemania, fue bautizada en el siglo III, como la “segunda Roma”. Actualmente cuenta con una gran riqueza cultural, y en 1986 la Unesco declarada Patrimonio de la humanidad a la ciudad de Tréveris, a sus monumentos romanos como la Puerta Negra, los baños, la Basílica de Constantino, la Columna de Igel, el anfiteatro y el puente romano, así como la catedral de San Pedro y la Iglesia de Nuestra Señora, debido al estado de conservación de sus monumentos convirtiendo la ciudad en un testimonio excepcional de la civilización romana.
Yaiza estaba en plena siesta y nos dirigimos a conocer algunos de sus atractivos que no son pocos. Entre ellos la Puerta Negra, emblema de la ciudad (180 d.C), es la puerta romana mejor conservada al norte de los Alpes. Justo al lado, a las puertas de Museo de Simeonstift, oímos música, y como siempre hacemos vamos a averiguar de que se trata. Casualmente se está celebrando un Festival de Música abierto al público. Nos sentamos en una de sus mesas y disfrutamos del ambiente frente a una copa de riesling, como no podía ser de otra manera, ya que la región de Tréveris está considerada como la cuna de la cultura vinícola alemana, cuenta con una de la mayores regiones de cultivos de vino a orillas del río Mosel, como podremos comprobar a lo largo de la ruta, así como de los ríos Ruwer y Saar.
Tras disfrutar del momento decidimos continuar con nuestra expedición. Yaiza se despertó y compramos un helado mientras paseábamos a lo largo de la calle dónde destacan las típicas casas blancas con entramado de madera. Llegamos a hasta las ruinas de las Termas Imperiales (Kaiserthermen), (siglo IV) una de las termas romanas más grandes de mundo,y aunque no pudimos entrar eran espectaculares desde fuera.
Continuamos por los jardines de Palacio (Palastgarten), precioso disfrutamos mucho del paseo hasta llegar al palacio electoral de la ciudad (Kurfürstliche Palais), es un palacio rosado de estilo rococó. Muy cerca se encuentra la Basílica de Constantino, y la catedral.
En una palabra nos perdimos por la ciudad y llegamos hasta el río Mosela, para conocerle, ya que iba a ser nuestro compañero de viaje durante los siguientes días. Caminamos hasta llegar a al puente romano y ya cansados regresamos al hotel para que nos entregaran las bicicletas. Había sido un día completito.
Hoy comenzamos la ruta. Salimos a las 11,00 de la mañana. La ruta se presenta muy tranquila y muy bien señalizada. Salimos por el margen izquierdo. Existe una ruta alternativa por el lado derecho para hacer una excursión por el “valle de Ruwer”, pero es cuesta arriba y con la peque decidimos ir directamente hacia nuestro destino. Pasamos por Pfazel un pequeño pueblo amurallado y por Ehrang.
En medio de la ruta encontramos un parque ideal para hacer una parada para tomar algo de fruta y para que Yaiza se desfogara un poco. Empieza a llover. Metemos a la princesa en su “trolley impermeable” y nos ponemos en marcha. La lluvia amaina por Issel y un poco más adelante vemos una zona de camping y ocio con un pequeño embarcadero. Hay incluso un circo itinerante. Al ser la 13,30 decidimos para comer e intentar acostumbrarnos al horario austriaco.
Comemos en una terraza y la lluvia empieza a apretar, pero las grandes sombrillas nos mantienen secos. Sobre las 15,30 nos ponemos en marcha. Cruzamos el río por el puente para ir por el margen derecho. Pasamos Longuich, Riol y a la altura de Neuberg, enfrente de Scheich (margen izquierdo) nos encontramos con una esclusa y un barco de carga de unos cien metros de eslora que nos venía acompañando por el río desde hacía bastante tiempo. Paramos para ver las maniobras para superar el desnivel del río. El barco apenas pasaba por el canal, resulto ser todo un espectáculo y numerosos ciclistas iban parando para curiosear también. Yaiza disfrutó un montón.
Continuamos por Detzem, Thornich y en Lowerich paramos en un parque estupendo, ya que la peque tras dormir su siesta se había levantado con hambre, así que un plátano y a disfrutar.
Es un sitio genial, ya que tiene una especie de pediluvio con agua helada y una zona con pequeños geiseres, ideal para refrescarse, ya que tras el pequeño chaparrón el sol empezó a apretar de nuevo. Sobre las seis de la tarde llegamos a Trittenhoim, un pueblo pequeño y vinícola, como no.
Tras ducharnos fuimos a dar un pequeño paseo, visitamos la abadía de San Matias y la orilla del río Mosela con numerosas autocaravanas. Un sitio ideal para hacerlo.
Durante la cena en el hotel, el dueño muy amable, nos agasajó con un gazpacho andaluz “a la alemana” además un amable osito (pertenece al dueño) nos acompañó durante la cena y quiso dormir con Yaiza. ¡Estaba encantada!
Al día siguiente tras desayunar y despedirnos de nuestros amigos, emprendimos nuestra ruta.
Nos dirigimos a Neumagen-Dhron es la ciudad vinícola más antigua de Alemania, y la más extensa a lo largo del río Mosela con 247 hectáreas. Esta ciudad merece la pena visitarla por su gran valor arqueológico. Destaca el sepulcro romano del barco del vino y no le extrañe ver navegando al Stella Noviomagi, una fiel reproducción de un barco de vino romano, que realiza excursiones por el río Mosela.
Nada más llegar a la oficina de turismo el cielo se empieza a poner muy oscuro. La chica de la oficina de turismo nos aconseja dejar las bicicletas en el aparcamiento habilitado y nos se recomienda dejar las alforjas dentro de la oficina para poder recorrer cómodamente el pueblo.
Tras dar una vuelta cruzamos el río y nos dirigimos a Piesport conocida por tener la presa de vino romana más grande al norte de los Alpes que data del siglo IV a.C.
La vemos por fuera, ya que esta vallada y tras comer algo continuamos nuestra ruta, para ello volvemos a cruzar de nuevo el río Mosela hasta Niederemmel, para seguir por el margen derecho dirección Wintrich, Brauneberg, Mülheim, hasta llegar a Bernskastel (margen derecho) -Kues (margen izquierdo). Nada más llegar vemos el río con mucho movimiento y el embarcadero esta lleno de barcos, hay un parking para todo tipo de vehículos, incluido las bicicletas. Se nota que es parada obligatoria de excursiones.
Tras comer en una hamburguesería, era tarde, hora española, decidimos dar una vuelta por Bernskastel (castillo del oso) para ver los principales atractivos, destaca la plaza del mercado con sus edificaciones típicas con entramado de madera, y sobre todo Spitzhäuschen casa pontiaguda, la más fotografiada y construida en 1914.
Seguimos paseando y fuimos hasta la Bärenbrunnen, fuente del oso, siendo el símbolo de la ciudad, y Doppelkreuz, la doble cruz de piedra, crucificada por ambos lados. La verdad es que esta ciudad es muy turística y tiene muchísmo ambiente.
Decidimos tomar un buen helado e ir a por nuestras bicicletas para ir a nuestro destino final de hoy, Zeltingen-Rachting, que está a tan sólo 6 km. Llegamos sobre las 17,30. Nada más llegar nos sirvieron una copa de “riesling” en la pequeña terraza del hotel como bienvenida.
Tras una refrescante ducha fuimos a buscar un parque para Yaiza, no fue difícil, había uno a orillas del río Mosela. ¡Muy chulo!. Sobre las 20,30 horario austriaco fuimos a cenar pare reponer fuerzas.
Hoy hace un poco más de fresco, lo que se agradece. Seguimos por el margen derecho del río. Pasamos por Erden, Losnich para llegar a Traben (margen izquierdo)-Trarbach (margen derecho), al entrar nos recordó a Bernskastel-Kues, había mucho ambiente y también un embarcadero.
Cruzamos a la otra orilla y dimos una vuelta por Traben para que Yaiza comiera algo y nosotros la cervecita de rigor.
Tras la parada continuamos, cruzamos de nuevo el puente para ir dirección a Enkirch donde vemos un parque infantil enorme a orillas del río con mesas, cosa que a Yaiza no se le paso por alto, así que la peque decidió donde comer hoy. Fuimos a comprar unos bocadillos al pueblo y comimos allí, ya que también tenía zona de picnic con sombra. Tras comer nos tiramos por la tirolina y Yaiza disfruto de lo lindo.
En ese momento oímos una curiosa bocina y empiezaron a aparecer niños… ¡era el camión de los helados (Eis)!. ¡Era perfecto!. Nos acercamos y pedimos unos helados que nos sentaron de maravilla.
Es un sitio ideal para parar con los peques. Tras descansar un poco, menos Yaiza, que se quedó jugando en un pequeño parque vallado justo al lado nos pusimos en marcha. ¡Ella dormiría en su “carroza de princesa”!.
Continuamos hacia Burg y a la altura de Punderich el paisaje cambia por primera vez. La ruta se adentra en una especie de bosque, cosa que se agradece por las horas, hace hasta fresco. Sobre las 17,00 horas llegamos a Zell. Lo primero que hacimos fue acercarnos a la oficina de turismo para pedir información, ya que aquí ampliamos una noche más.
Cenamos en el hotel. El restaurante estaba a pie de calle en una especia de cueva, era encantador y la verdad es que todo estaba muy bueno. Probamos uno de los vinos más conocidos de la zona el riesling de la zona conocida como “Zeller Schwarze Kartz”, que aglutina a las 16 zonas localidades vinícolas de la zona.
Hoy día libre. Tras desayunar decidimos dar un paseo por el pueblo. El pueblo consta de una larga calle peatonal, eso sí muy animada, pero no hay demasiadas cosas que hacer en el pueblo.
La idea original era subir en bicicleta hasta Marienburg, pero tiene una cuesta muy pronunciada y con el carro y la niña nos daba un poco de pereza, pero encontramos la solución perfecta, justo enfrente de la oficina de turismo vimos en la calle un cartel que decía “barbacoa en Marienburg”. Te incluía traslado en un carromato típico (planwagenfahrt) con degustación de vinos de la zona y luego una vez en Marienburg había música y una barbacoa donde abastecerse.
No lo dudamos así que nos apuntamos en la misma oficina de turismo. Así que esa mañana decidimos cruzar el puente para ir a Kaimt, mucho más tranquilo. Vimos que a orillas del río estaban decorando unos curiosos carromatos tirados por tractores y decorando la calle con luces, preguntamos y nos comentaron que estaban haciendo los preparativos para el festival del vino que se iban a celebrar durante el siguiente fin de semana. Hacía mucho calor y decidimos volver al hotel y darnos un baño en la piscina climatizada. Después a comer y siesta, esta noches teníamos “marcha”.
A las seis en punto fuimos al punto de encuentro en “Schwarze Katz”, la fuente del gato negro, símbolo del pueblo con su propia leyenda.
Tras subir al carromato subimos dirección a Marienburg, pero no por la carretera, sino por la ladera, donde se encuentran los viñedos. En un momento dado el conductor para el tractor, saca una nevera y de dentro unos vasos, vino tinto y blanco de la zona para degustar mientras continuamos nuestro ascenso, para Yaiza un refresco, todo un detalle.
Llegamos a Marienburg, un antiguo convento, que se convirtió en fortaleza y actualmente es un centro de formación para los jóvenes de una diócesis. La mayoría del grupo, eran todos mayores de 60 años fueron directamente a la barbacoa y al baile, pero nosotros decidimos subir a la torre de observación para subir y ver unas vistas de 360º que desde lejos prometían, y así fue. ¡Era espectacular las vistas del meandro!.
Sobre las ocho regresamos al convento para comer y disfrutar de la música, muy de andar por casa, uno tocaba un instrumento y el que hacía la barbacoa cantaba de vez en cuando. Cenamos algo y Yaiza bailo con unos holandeses que habían venido en el tractor con nosotros. Se había convertido en la nieta de todos ellos. A las nueve regreso al hotel. Durante el descenso, esta vez por la carretera empieza a llover. La excursión fue algo inesperado y una bonita experiencia, lo pasamos realmente bien.
Salimos a las 10,30. El camino es muy tranquilo hasta Bullay, pero luego tenemos tráfico hasta Neef donde decidimos cruzar al margen izquierdo. No calculamos bien y vimos las ruinas del monasterio de Stuben desde el margen contrario, desde Bremm.
Este encantador pueblo es conocido por tener los viñedos en las laderas con una pendiente del 65-75 % de inclinación, siendo las más pronunciadas de Europa. Seguimos hasta Ediger-Eden y luego cruzamos de nuevo al margen derecho para ir a Senheim. Si queréis ver las ruinas seguir todo el tiempo por el margen derecho.
Llegamos a Beilstein, otro animado embarcadero, con varios barcos fluviales. Aquí esta el Burg Metternich, un castillo, pero pasamos de largo queríamos llegar a comer con tiempo a Cochem, pero comimos antes, íbamos con retraso.
Ya de lejos se vislumbraba el Reichsburg Cochem, el castillo de Cochem, que impresiona cada vez más según nos vamos acercado. Llegamos sobre las cuatro, cruzamos al margen derecho por el Moselbrücke, para ir a la oficina de turismo que esta nada más cruzar a la derecha. Aparcamos las bicicletas en Endertplatz, la plaza en la que se encuentra la oficina de turismo.
No nos extrañó que también estuvieran de fiestas, así que había mucha animación, Además Cochem es muy turística y en esta época del año alberga a muchos visitantes, se notaba, estaba a tope.
Era difícil incluso circular con la bici. Al final de la plaza, debajo del puente vemos un pequeño parque de atracciones provisional y cómo no un trenecito “Mosel-Wein-Express” y Yaiza como era de esperar quiso subir, así que dimos una vuelta, que dura aproximadamente 30 minutos por los alrededores, y así de paso nos daría una idea general de los alrededores del pueblo. Nos acercamos después al casco antiguo , ya que una vez más la música nos atrae hacia una calle peatonal, la gente estaba en la calle, bebiendo vino, disfrazados con los trajes típicos y de animales, y los músicos amenizando a los asistentes. La verdad es un pueblo para quedarse y disfrutar, pero se nos iba a hacer de noche y nuestra cena en el hotel, que prometía peligraba.
La idea inicial era ir por el margen derecho, para evitar tráfico y coger un ferry en frente de Klotten, pero lo perdimos, ya que el último era a las seis de la tarde. Como estábamos seguros de que lo íbamos a perder, nos dijeron que la ruta era muy bonita, ya que es a través de una reserva natural, sin pavimentar y muy distinto a lo visto hasta ahora. Tenia un encanto especial. Tal y como nos habían advertido no es recomendable si ha llovido mucho, ya que estaría muy embarrado. Nada más salir de la zona natural, vemos algo de industria y enseguida Treis, que está en el mismo margen (derecho), para cruzar el río al margen izquierdo (Karden), donde se encuentra nuestro hotel. Llegamos al hotel a las 19,30. El hotel es antiguo, pero tiene el encanto de ser un Castillo, con restaurante gourmet, ¡con el hambre que teníamos!. Todo un lujo. ¡Qué mejor manera de finalizar esta etapa en bicicleta!
La verdad es que no nos estresamos demasiado, sobretodo por la peque. Yaiza además es muy dormilona y nos lo tomamos con calma. Lo único a tener en cuenta es dejar pronto el equipaje en la recepción del hotel. Salimos sobre las 10,30, y nuestro objetivo de hoy es visitar Burg Eltz, (castillo de Eltz), que se encuentra a unos diez kilómetros. Nada más salir del hotel continuamos por el margen izquierdo hasta Muden. Tiene algo de tráfico, pero cuenta con un buen arcén para las bicicletas, sin problemas. Un poco antes de llegar a Muden cogemos el carril bici y hay que estar atentos al desvío de Moselken. Empieza a ser cuesta arriba, pero es el trayecto más cómodo y se sube sin problemas.
Pasamos Moselken y continuamos hasta llegar a Ringelsteinhof, un hotel-restaurante que cuenta con una amplísima zona de parking, tanto para coches como para bicicletas. Aquí se acaba la zona pavimentada, y empieza una zona boscosa, una ruta senderista conocida como “Romantic Eltz Stream” que sube directamente hasta el castillo junto al río Elzbach. Hay unos 2,5 km hasta el Castillo de Eltz y tardamos unos 40 min, Yaiza incluida, ¡una campeona!, pero iba motivada porque le esperaba un castillo de princesas. Es cuesta arriba, pero se lleva bastante bien.
Los valientes pueden subir con la bici, aunque no lo recomiendo, el paseo es una pasada, pero si subis con niños tener en cuenta que habrá trayectos que tendrá que ir a “coscoletas”. De repente entre el frondoso bosque aparece este impresionante castillo con más de 850 años de historia, situado sobre un peñón rodeado por el río Elz. Desde luego el esfuerzo valió la pena. Llegamos al castillo sobre las 12,00. Es impresionante, construido hace unos 850 años la La visita cuesta unos 8€ y dura unos cuarenta minutos, no hay guía en castellano, pero te facilitan un folleto del castillo en castellano.
Al finalizar la visita nos acercamos a uno de los restaurantes, en este caso de comida rápida para comer y comenzar la bajada para recoger las bicicletas. Todavía nos quedaba un buen trecho y 30 km hasta Coblenza. Llegamos al parking sobre las 15,30, nos tomamos un capuchino y un helado y retomamos nuestro camino, nos llueve y el carril bici circula por el arcén de la carretera. Fuimos por este lado porque la idea era coger el tren, pero al ser domingo, la frecuencia era muy escasa, así que continuamos. Además hay que tener en cuenta que las autoridades desaconsejan el margen derecho a partir de Lay a consecuencia del tráfico.
El trayecto es fácil y cuesta abajo aunque la lluvia molesta un poco, nos ponemos los trajes de agua a Yaiza le cerramos el trolley y se pego una buena siesta. A la altura de Kattenes cruzamos la carretera, para pasar por debajo de las vías del tren, para ir paralelo a ellas, es mucho más tranquila, pero con mucho “sube y baja”, pero se lleva bien. En Winningen nos encontramos que el carril bici esta cortado y nos desvían, ¿el motivo? uno genial se esta celebrando ¡la fiesta del vino!. A esta parece que hemos llegado a tiempo, dura unos diez días y acababa de empezar. Tomamos nota. Retomamos el camino, ya que era tarde, estamos a poco más de 5 km.
En Guls volvemos cruzamos el río Mosela por última vez el acceso a la ciudad es fácil aunque hay que estar atento a las señales y el acceso muy cómodo. Como siempre recogida de equipaje, ducha y cena con una buena botella de vino, bueno Yaiza brindó con agua por supuesto.
Nuestra viaje en bicicleta por el río Mosela había llegado a su fin, pero ahora teníamos unos días para descubrir una de las ciudades más antiguas de Alemania, Coblenza
Hoy toca conocer Coblenza. Sin lugar a dudas recomendamos pasar un par de noches en esta bonita ciudad. Coblenza es una de las ciudades más antiguas de Alemania que atesora muestras de la ocupación romana que datan de unos 2000 años atrás. Su casco antiguo tiene varias iglesias dominadas rodeadas de bonitas callejuelas y plazas. Su patrimonio arquitectónico es muy rico, ya que la ciudad cambio de manos en varias ocasiones entre los imperios francés y germánico ofreciéndonos muestras de ambas culturas, así que decidimos dedicar el día a ver esta ciudad.
Tras desayunar cogemos el paraguas, ya que está bastante nublado y amenaza lluvía. Decidimos dar un paseo a orillas del río y Mosella y tras unos diez minutos andando nos encontramos con uno de sus mayores atractivos y símbolo de esta ciudad; “Deutsches Eck”, (el rincón alemán) , bautizado así por los caballeros de la Orden Teutónica que establecieron su casa señorial en esta bonita región, fácil de defender.
En este punto el río Mosela y el Rin confluyen siendo un espectáculo subir al monumento del emperador Guillermo I para sentirte como en la proa de un barco observado el río Rin a tu derecha y el rio Mosela a tu izquierda, ¡no te lo puedes perder!.
Continuamos con nuestro paseo a orillas del Rin para coger el teleférico que cruza el río para subir a la fortaleza de prusiana de Ehenbreitstein. Las vistas son impresionantes, ensombrecido por la lluvia, pero tiene también su encanto.
Tras visitar la fortaleza decidimos bajar, ha empezado a llover con intensidad r y el hambre aprieta, nada más bajar del teleférico vemos un bonito restaurante con terraza a orillas del Rin y con vistas a la fortaleza.
Comimos a la española, con sobremesa y muy relajados disfrutando de las vistas, afortunadamente ha parado de llover. Tras pensar en diferentes opciones decidimos coger un taxi para ir a la estación del tren e ir a Winningen para unirnos a la «fiesta del vino». Había un gran ambiente, con música en directo, chiringuitos con comida rápida y como no, vino. Nos lo pasamos genial y Yaiza sin complejos se hizo colega de una niña alemana, con la que estuvo jugando y bailando. La lengua no importa a estas edades, no se quien disfrutó más.
Sobre las nueve de la noche decidimos regresar a nuestro hotel en Coblenza.
Día 9: 2º día extra en Coblenza, Coblenza – St Goar Am Rhein – Coblenza (35 km aprox sólo ida, vuelta en ferry)
Hoy luce el sol y tal y como habíamos planeado preparamos una pequeña excursión en bicicleta a orillas del río Rin, estando tan cerca era una tentación. Coblenza se encuentra en el valle superior del medio Rin con unos 65 km de paisajes cultural de castillos, ciudades históricas y viñedos lo que le ha valido ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2002.Nuestra ruta sigue este recorrido, vamos hacía el sur hasta St. Goar.
Salimos bordeando el río Mosela en dirección al rincón alemán y continuamos por el margen derecho, ya con el Rin como compañero de viaje. Esta ruta conocida como «Ruta Romántica del Rin» es una gozada, su carril bici es estupendo y circula la mayor parte del tiempo a orillas de esté emblemático río. El paisaje destaca por la cantidad de castillos que vemos a lo largo de nuestro paseo hasta llegar a nuestro destino St Goar.
En el siglo XIII, el Rin se convirtió en un centro de intercambio comercial. Esta zona se convirtió en un paso protegido por el clero y la nobleza, quienes desde sus castillos, cobraban tasas y peajes a los pasajeros y barcos que utilizaban esta ruta mucho más segura. Ahora algunos de los castillos se han convertido en museos con diversas actividades y zonas de ocio.
Llevábamos los billetes de ferry para regresar a Coblenza, pero los cambiamos para volver más tarde, desde lejos el castillo de Rheinfels, nos llamo la atención y quisimos conocerlo más de cerca. Dejamos las bicicletas enfrente del kiosko de venta de billetes del ferry y nos fuimos a recorrer el pueblo.
Como siempre primera parada la oficina de turismo. Allí nos facilitan el horario. Tuvimos mucha suerte, ya que nada más salir pasaba un trenecito turístico el “Burgexpress St Goar”, que te sube al castillo. Vale unos 4 euros ida y vuelta y desde luego vale la pena, ya que la cuesta es muy pronunciada, que hasta el tren le costaba subir. Dimos una vuelta por el castillo y estuvimos barajando entrar, pero era la hora de comer y nuestro ferry salía en un par de horas, así que decidimos buscar un sitio para comer.
Resultó curioso, porque entramos en una tienda de souvenirs y vimos a una camareras con comida, nos señalaron una puerta y ¡sorpresa!, una terraza impresionante con unas vistas increíbles. El sitio ideal para comer. A lo lejos a unos cuatro kilómetros más se divisa Lorelei, si tenéis tiempo vale la pena acercarse y ver el río a su paso por este acantilado, donde debido a su profundidad y su estrechez, convierten este lugar en uno de los lugares más peligrosos del valle superior del Rin. En el risco de Lorelei, con más de 120 metros de altura empieza la leyenda de la bella muchacha traicionada por su amor, que luego se convirtió en mito, en la sirena del Rin, que con su hermosura, sus largos cabellos y llena de rencor conducía a los navegantes a la muerte. Ahora todo esto esta muy controlado gracias a las señales lumínicas conocidas como “Wahrschau”. Lo que sí oirás con toda probabilidad es “The Loreley”, una de las canciones más famosas del Rin.
Estábamos embobados, casi sin hablar disfrutando de tanta belleza y como no de la comida, volvimos a la parada para coger el último tren sobre las 4 hacia el pueblo, donde aprovechamos para tomarnos un rico helado, mientras esperábamos a que llegara nuestro barco.
El paseo en barco de regreso es muy agradable, es lento, ya que tarda unas dos horas, pero disfrutamos mucho viendo el río desde otra perspectiva y como no sus castillos y fortalezas. Llegamos a Coblenza casi de noche y fuimos a comer cerca de una especie de pizzería a orilla del río Mosela. Cansados, pero muy satisfechos, ahora sí podemos decir que este viaje en bicicleta por el río Mosela había sido todo una delicia y la idea de realizar una excursión en bicicleta por el Rin había sido el perfecto cierre para unas vacaciones cicloturisticas.
Tras dejar Coblenza, nos dirigimos en taxi hasta la estación de tren donde cogimos el tren para regresar de nuevo a Frankfurt. El hotel, es el mismo que utilizamos a nuestra llegada, situado enfrente de la estación central. Después de comer decidimos dar una vuelta por Frankfurt am Main, es decir «Frankfurt sobre el (río) Meno». Hoy decidimos dar un largo paseo por el casco antiguo pasando por su famosa plaza (Römemberg), La catedral de San Bartolome, (Kaiserdom) , Paulskirche (la iglesia de San Pablo), la casa de Goethe…
Hoy decidimos coger los famosos autobuses «Citysighseeing», la ciudad es muy grande para verlo en un día, y esto nos daría una visión más completa que la obtenida ayer por nuestra cuenta. La ruta incluye tres excursiones, una a pie, guiada y dos en autobús de dos pisos, con audioguías en castellano, y si puedes controlar los horarios, puedes hacer las tres en una mañana. Cada una de ellas tiene una duración de una hora.
Nosotros empezamos por la del Skyline tour (tour de los rascacielos de Frankfurt), que tenía una parada delante del hotel. Tras el recorrido nos dejó en el centro donde nos unimos a la excursión guiada a pie. No había mucha gente, solo éramos cinco. En este caso es una guía oficial que hace la ruta sólo en alemán e inglés, pero resulto que la guía había estudiado en España y la hizo en Alemán y Castellano… fue perfecto. Lo hizo genial y estuvo lleno de contrastes.
Después de comer hicimos la última que nos quedaba, la ruta de la ciudad y la verdad es que salió muy bien.
Luego paseando nos fuimos caminando hacia el hotel para cenar y prepararnos para el día siguiente.
Como el avión salía por la noche dejamos el equipaje en consigna y nos fuimos de nuevo a pasear por el casco antiguo de la ciudad. Nos acercamos a la Plaza de Römemberg y de allí en dirección al río donde encontramos una zona de ocio genial, con mesas, columpios, barcos piratas, y zona para que los niños puedan experimentar con el agua y la arena. De camino al hotel seguimos por la orilla del río pasando por los Jardines de Niza, (Nizzagärten). La verdad es que, como dice un muy buen amigo nuestro, Paco, «agua es vida» y en momentos así no puedo estar más de acuerdo.
Al llegar cerca del hotel, habían cortado una carretera y habían puestos de comida rápida y chiringuitos, así que nos unimos a la fiesta y picamos algo, después nos preparamos para recoger las cosas e ir en tren hasta el aeropuerto de Frankfurt. ¡A pensar en nuestra próxima aventura!
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