Me anima José Antonio de ViajesEnBicicletas.com que le haga llegar sendas crónicas sobre nuestros viajes al Danubio y al Loira este último verano.
Ambos viajes son fuente de innumerables anécdotas e impresiones que podrían convertir esta reseña en un breve libro de viaje y no es ese el objetivo fundamental de este escrito por muy seductor que ello pudiera ser. Hay cientos de crónicas sobre ambos recorridos muy bien escritas y documentadas y por lo tanto me centro en un breve y conciso objetivo: animar a las personas que lo lean para que venzan los pequeños temores que mi amigo y yo tuvimos antes de animarnos a una aventura que nos parecía complicada y difícil aunque la percibíamos también placentera y emocionante.
Somos dos médicos amigos recién jubilados un poco pasados de peso y nada acostumbrados a practicar deporte aunque sí sabemos obviamente andar en bicicleta, actividad que practicamos muy esporádicamente. Temíamos en consecuencia que seis etapas de 40 o 50 km podían hacersenos insufribles e inabordables y ello nos tuvo cierto tiempo indecisos. Pero nuestros temores se disiparon ya el primer año en el Danubio al comprobar que la ruta discurría placentera y llana, solo para bicicletas y sin obstáculo alguno, paralela a un plácido Danubio que discurría unos metros a nuestro lado. Ponerse en marcha tras desayunar a las 9 te ofrece todo un día por delante para recorrer con un agradable pedaleo, interrumpido sólo en las terrazas de los pequeños pueblos que uno atraviesa para tomar un café o una cerveza con un tentempié. La sorpresa es que a eso de las 4 o cinco de la tarde llegas bastante cómodo, excepto por una leve molestia en los glúteos, al estupendo hotel de tu destino dónde te espera tu maleta; te duchas, acicalas y sales a pasear por el pueblo buscando un sitio agradable dónde cenar.
El tiempo discurre de otra manera con el acicate de los nuevos paisajes que encuentras en cada curva que describe el río. Un río lleno de historia, de paisajes, de naturaleza y de pueblos dedicados a sus labores agrícolas así como villas y ciudades interesantes y hermosas que se ofrecen cómodamente al ciclista y que constituyen un motivo de animada cháchara con el compañero de pedaleo.
Cuatrocientos kilómetros dan para hablar de todo y también para el silencio.
Llegar a Viena y disponer de una bicicleta para recorrerla a un ritmo más rápido que el caminar pero no tanto como el del transporte motorizado, ofrecen una visión de la ciudad perfectamente recorrible en un par de días.
Anímense pues porque la eficacia germánica les dará seguridad en su recorrido y la llanura del mismo no supondrá ningún problema. Se sorprenderán observando gente mayor que ustedes haciendo el mismo viaje.
El contraste de un recorrido por el Loira realizado este verano entre Orleans y Saumur es muy instructivo e interesante. Se trata de dos ríos muy diferentes.
Para nosotros españoles, observar que en todo el recorrido de 400 km no hay un basurero a la vista, ningún destrozo vandálico, feismo ni deterioro en el paisaje o agresión medioambiental alguna es una fuente de sana envidia y de reflexión que nos anima a conseguir que nuestro propio país avance cada día en el respeto a la naturaleza hacia estándares europeos.
La maravillosa sucesión de paisajes tan llanos como hermosos en los que se alternan trigales, cultivos de colza y huertas con interminables bosques de robles, hayas y castaños que la aristocracia francesa poseía para sus cacerías -y que la Revolución Francesa devolvió a los ciudadanos- son también un precioso ejemplo de cómo se pueden gestionar los bosques económicamente con sostenibilidad abriéndolos al civilizado disfrute de paseantes, excursionistas y ciclistas. Son para quienes somos sensibles a la naturaleza, a los árboles y los bosques un espectáculo asombroso.
Qué decir del ya famoso patrimonio cultural francés que en el Loira se convierte en un espectáculo abrumador, con cientos de castillos hermosísimos, de refinado estilo gótico flamígero o renacentista tan bién conservados y preparados para su visita que parecen haber sido construidos anteayer. Asombra el refinado gusto de la aristocracia del 1500, sus trajes, sus muebles, las tapicerías y por encima de todo la elaboradísima y refinada arquitectura civil. Qué bien vivían y qué bien se lo pasaban!.
Acerca de su conservación también los españoles tenemos bastante que aprender aunque es obvio que estamos dando pasos en ese sentido.
La gastronomía tan famosa de Francia nos ofrece en cualquier pueblo pequeño un restaurante de nivel qué en nuestro país raramente encontramos fuera de las grandes ciudades. Si pasan por la villa de Chinon patria de Rabelais, no dejen de cenar en el restaurante Le Plantagenet; si lo hacen nos lo agradecerán siempre!
Aparte de campiña, algunos viñedos, castillos y el lento fluir de un río que no es navegable, las paradas en las ciudades de Orleans, Tours, Blois junto con las de las pequeñas villas nos ofrecen unos territorios urbanos sin agobios para el tráfico, fáciles para la bicicleta en los que las terrazas se convierten en un teatro con el espectáculo de la gente que circula ante nuestros ojos.
Hay en este recorrido del Loira también muy llano salvo un par de repechos que nos permiten observar desde arriba la enorme llanura francesa, diferencias con el circuito del Danubio que discurre exclusivamente por vías asfaltadas reservadas a las bicicletas mientras que en este en algunas ocasiones, sin problema alguno, discurren en compañía del tráfico a motor.
En resumen dos circuitos interesantísimos, cómodos y que cualquier persona que sepa andar en bicicleta puede acometer sin ningún temor.
No lo duden: tírense de cabeza a la piscina incluso si van con niños pues está llena. Atrévanse y disfrutarán en bicicleta normal o eléctrica, de unas vacaciones sanas e inolvidables.
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